martes, 17 de noviembre de 2009

Locura.

Ésta tarde
he estado dando una vuelta por el centro,
viendo
cómo la capital extendía sus largos y finos
muslos de puta debajo de mis Nikes.
El cielo ha comenzado a escupirme ácido,
así que
he entrado por una de sus múltiples vulvas
con la intención de joderla hasta la matriz.
He tomado asiento,
he sacudido mi paraguas,
he visto sus lágrimas,
entremezclándose con las gotas de lluvia,
el bien y el mal,
la locura,
la ciudad y la poesía
en sus ojos tristes,
bregando por ver
quién se corría primero
en los secos pechos de la muerte.
He tragado saliva,
pensando cuántas más como ella
abarrotan los pasillos tan blancos,
tan fríos y eléctricos
de los psiquiátricos.
Ahora en mi cama comprendo
lo que gritaba su ahogo,
su temblor y las lágrimas silenciosas
de sus ojos tristes.
A ésta hora no serán más
que dos guindas
adornando su inerte cuerpo.
Vuela ya su alma suicida.
Vuela, vuela hasta Japón,
ahora eres libre
para siempre.

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