jueves, 29 de noviembre de 2012

Scat

Podría cagarme en los muertos
de cada político capitalista,
guardarme los últimos excrementos
para llenar sus apestosas bocas
de algo más que mentiras.

Podría vomitar en sus panfletos,
en sus programas electorales,
en los estudios de Intereconomia
y en la casa de Jiménez Losantos,
descargar mi ira en forma de lava verde
contra las caras de cada banquero
y de cada juez que autoricen
el desahucio de una familia honrada.

Podría mearme dentro de los cascos
de cada policía que no esté del lado del pueblo,
que se les inunden los ojos
de mis vapores más tóxicos,
así la lucha estaría igualada
y por cada hostia que dieran
se llevarían las mil que se merecen.

Podría hacerlo, claro.
Podría, pero solo ganaría
un alivio momentáneo
y tres
o cuatro
años de cárcel.

martes, 13 de noviembre de 2012

La Ciudad que Soy

Sígueme,
yo te llevo a conocer
los rincones de esta ciudad que soy,
la avenida del dolor haciendo esquina
con la calle del vicio.
Soy un ordenador en una habitación, soy la primera mujer desnuda
que apareció en él.
A mano derecha encontrarás
mis primeros coqueteos con la droga, los amigos vomitando,
la diversión que no era tal.
Espero que no estés cansado,
no hemos hecho más que empezar.
¿Ves aquel callejón? Sentado en ese banco
lloré mil lágrimas de desamor
por la primera mujer que no.
Si seguimos recto encontrarás
setenta y cinco discusiones familiares,
niño estás enfermo,
niño por qué no sabes decir te quiero.
Llegamos ahora a una explanada,
ya puedes imaginar dónde estamos,
lo grita cada adoquín.
Estamos en Plaza Suicidio.
Si te fijas bien
podrás apreciar nuestra última conversación,
los sueños que no fueron,
las páginas de sangre que escribí,
su carta de despedida.
No te pongas triste, hombre,
enseguida nos marchamos. En esta manzana están las motas de sangre
de cada uno de mis errores,
mira qué rasgos, qué puentes,
qué bien marcadas las líneas rojas.
Casi al final vemos la primera mierda
química de farmacia,
presta atención, le siguen
todas las demás.
En este hospital casi se acaba la ciudad,
bendito carbón activado.
Levanta la vista, hemos llegado a la prisión
que me vió caer a lo más bajo,
no pierdas detalle, habrás notado
que la ciudad debería acabar así.
A la vuelta ya tenemos los terrenos despoblados,
listos para continuar reflejándome.
Y, a lo lejos, mira qué casualidad,
el arco iris.

Nostalgia, sí,
para el que pueda permitírsela.