lunes, 23 de marzo de 2009

Tristeza.

Siempre parece cansada.
Guarda
una colina en la pupila,
una amnesia por obligación
y lluvia
bajo la almohada.
Dicen que cree en el destino,
que su corazón se llama
tristeza,
que en la goma de los calcetines
esconde una sonrisa de repuesto.
Pisa la calle
despacio,
arrastrando las suelas,
las palabras,
los sueños.

Me contaron que un día, jugando a ser feliz,
le crecieron puñales en los dedos y se arrancó los ojos.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Autólisis.

Quiero creer que todo empezó
en el paritorio del hospital de Orcasitas
en 1988.
Mi orgullo aquiescente,
mi absurda búsqueda de la felicidad
de parque en parque
a esa hora en la que tu ya cerraste los ojos.
Todas las verdades que no pude mentir,
todos los jirones de piel que se me quedaron
entre las uñas.
Las penas que calmo con lágrimas de whisky,
las lunas
que no supe regalarte.
Mis caricias de hierro,
las avenidas que me amanecieron
pisando los charcos del delirio.

Quiero creer en el destino
para evitar pensar
que me estoy suicidando
paulatinamente.

La Despedida.

La despedida es una duda vestida de luto,
un hotel sin huéspedes,
un olor sin compañía.
La despedida es el burdel de tus días.
Es casi medianoche
y los solitarios
ocupan los bancos para esnifarse sus lágrimas.
Y los pájaros se confunden de esquizofrenia,
y las farolas abrazan al morbo.
La despedida,
ésa buena puta.

Tentaciones.

Otra vez ésa sensación en el estómago,
con el cerebro en guerra
y los oídos taponados.
Nunca supe ser bueno.
Hoy las cigüeñas
no cercan mi suerte
y llevo tu voz
como el Cinturón de Orión.
Hoy el aire me delata.
Hoy aprendí dos cosas;
primera, las putas tentaciones acabarán con el mundo;
segunda, la resaca se cura volviendo a beber.