domingo, 3 de septiembre de 2017

Al Borde del Precipicio

Por fin se puso en rojo
el semáforo de tus días,
harto ya del ámbar;
había que saltar.

Nuestra historia fue un taxi
recogiendo al borracho de madrugada,
volviendo a encender la luz verde
a llegar a destino.
Solo queda
pagar la carrera,
dar amablemente las gracias
y una despedida fría,
unos días de aclimatarse a la ciudad,
unas semanas de descanso en cama
(poco importa cuál),
volver a vestir ropa de domingo.

Había que saltar.

Resulta que hay vida después de la vida
y que los jazmines brotan alegres
aunque ya no los huelas
y que aún tocará fregar
los platos que no rompiste
y que mi cama será mi cama
y que mi barrio será mi barrio
y habrá amigos y paisajes
y bares abiertos y tatuajes
nuevos a los que acariciar.

Tocaba conocer el precipicio,
tocaba actualizar los sueños
y que por fin fueras feliz
sin el ancla de mis manos
a un mundo de sombras
que bloqueaban tus alas
y nuestra sonrisa.

Había que saltar, lo sabes.
Iré yo delante
para estrellarme primero
y servirle así de cama
a tu caída.
Al fin y al cabo,
después de hacerte vivir mi infierno
es lo mínimo
que te debo.

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