Hay recuerdos que se comen a otros recuerdos, como agujeros negros o como niños obesos, quién es más fuerte que quién, quién es más grande que quién. Un recuerdo, cuando es lo suficientemente importante como para que merezca nominarse así, se extiende en más dimensiones de las conocidas, relegando a la categoría espectral del subconsciente a los recuerditos próximos. Así, recuerdas tu boda, pero no cuánto te costó el coche; recuerdas su muerte, pero no lo que sentiste al terminar la universidad.
Cabe entonces preguntarse qué sistema de poder siguen los recuerdos y los recuerditos, si es cuestión temporal o de medallas en la solapa. Así, concluimos que la clasificación de los recuerdos y los recuerditos en función de su importancia se realiza según el traje. Cada recuerdo y cada recuerdito, como si de un extraño caso de Benjamin Button textil se tratase, nacen vestidos de sentimientos y a medida que el tiempo avanza en la dirección que se le presupone van desnudándose y quedando al fin como mero recordatorio del pasado, Post-It en la nevera de la vida.
Algunos trajes son ligeros y andrajosos y sus dueños saben ya desde el inicio que han nacido para ser recuerditos rasos, una clase de matemáticas, un viaje rutinario casa-trabajo-casa. La esperanza de vida de los recuerditos es alarmantemente baja, y dependen de abrazarse con todas sus fuerzas a los últimos jirones de la emoción que les viste si no quieren ser fagocitados por los imponentes recuerdos. Estos últimos nacen con terribles armaduras puntiagudas, cascos del metal más preciado a ese lado de las meninges y varias capas de fuertes ropajes, el primer beso, la primera vez, el funeral, el amor más puro. Al ser tan robustos los recuerdos necesitan un espacio vital a su medida para poder ejercer a su gusto su tirano poder sobre los recuerditos (nada hay más dictatorial que un buen recuerdo). No contentos con el canibalismo recuerdil, ejercen además de neo-Atilas echando sal al terreno para evitar que crezcan jamás nuevos recuerditos en la zona, haciéndose amos y señores de su terreno, sabiendo que semejante porte ahuyentará ya por sí solo hasta a los recuerditos más aventureros.
Todo esto, ya ves, para dentro de cada uno.
Y todavía hay gente que prefiere estudiar la migración de los gorriones.
miércoles, 5 de junio de 2013
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1 comentario:
Buenas. No he visto ningún correo electrónico para comunicarme contigo y no he tenido más remedio que comentarte esta entrada. Hace poco ví un vídeo tuyo sobre Ghandi que me impactó un poco y me gustaría saber más de eso y de tus fuentes.
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