Ella duerme placidamente
y yo
como techo a su lado
sabiendo que esta es
nuestra última noche.
Lo sabe también el colchón,
ávido coleccionista de los atardeceres
de nuestros cuerpos,
lo sabe la mesita
en la que habitualmente reposo el bourbon
mientras te acurrucas
y me dices
"ya has bebido suficiente".
Lo sabe, seguro,
el universo
y hasta la vecina
que ya no aguantará
(¿?)
nuestros gemidos
y hasta tú
lo sabes
en sueños.
A partir de aquí
hay dos opciones:
o buscarse a otra persona
o buscarse otro colchón
(y a otra vecina)
y puestos a elegir
yo
te beso el coño
sin pensar en la superficie
mientras una nueva vecina
se queja
o
aplaude.
jueves, 14 de abril de 2016
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