Siempre parece cansada.
Guarda
una colina en la pupila,
una amnesia por obligación
y lluvia
bajo la almohada.
Dicen que cree en el destino,
que su corazón se llama
tristeza,
que en la goma de los calcetines
esconde una sonrisa de repuesto.
Pisa la calle
despacio,
arrastrando las suelas,
las palabras,
los sueños.
Me contaron que un día, jugando a ser feliz,
le crecieron puñales en los dedos y se arrancó los ojos.
lunes, 23 de marzo de 2009
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