No hay excusas, mi niña,
llego tarde.
Quizá me acostumbré ya a tenerte
tan del otro lado
tan a mi lado
pero lo dicho:
no hay excusas.
Creo
que es hora de hacer algo público:
algunas noches
dormimos juntos,
sobre las tres siento
tu peso en el colchón
y no tengo que girarme;
sé que eres tú,
cómo saberlo
pero lo sé
sin sentidos,
no te huelo ni te escucho
ni te saboreo
ni te veo ni te toco
pero te sé
aunque no haya sentido para reflejarte,
aunque racionalmente sea inútil,
aunque estés muerta
te siento
a mi lado
algunas noches
y
con este poema
te lo agradezco.
lunes, 8 de junio de 2015
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